OBJETIVOS DEL CLUB DE LECTURA

Los objetivos que pretendemos alcanzar son los siguientes:
. Establecer un diálogo en torno a los libros.
. Incentivar al hábito lector, y mantenerlo vivo entre nuestros alumnos, profesorado y familias.
. Promover la visión crítica de la lectura desde el respeto y la adquisición de nuevos aprendizajes.
. Valorar la lectura como forma de enriquecimiento personal.

jueves, 4 de junio de 2015

RELATOS DEL DÍA DEL LIBRO

Copiamos los relatos que enviaron algunos alumnos del centro para participar en el concurso del Día del Libro. Hubo más participantes, aunque entregaron su relato en papel. Agradecemos a todos ellos su interés y les pedimos que sigan practicando el hábito de la escritura.

Relato de Laura Requena Real (3º ESO C): ¿Qué puede más, el odio o el amor?

Ya han pasado dos meses desde que mi lucha acabó y…desde que ella me dejó. Me presentaré, mi nombre es Kay Kidd. Soy un estudiante de preparatoria bastante habilidoso en lo que es la magia, pero que por la noche se convierte en el ladrón de guante blanco sorte fjer . Esto no es por simple gusto, en realidad yo soy el cuarto sorte fjer, el primero fue mi tatarabuelo y ya siguieron mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre a los que asesinaron por querer poseer la joya de mi familia, la cual dicen que alarga la vida, algo irónico ¿no? Bueno, dejando atrás la historia de asesinato de mi familia, os preguntaréis quien es ella, bueno su nombre es Alexandra Nell y es la hija única del inspector de policía Gustavo Nell que va tras de mí, y al que siempre dejo en ridículo, además también es una gran amiga mía de la infancia. Todo esto empezó el día de mi declaración involuntaria, fruto de los celos que sentí al ver al chulito de Henry declararse a ella delante de toda la clase. Recuerdo su dulce carita totalmente azorada, sus ojos azules con la mirada fija en Henry, su cabello castaño siempre alborotado mecido por el viento, que entraba por la ventana y por último su frágil cuerpo temblando. Cualquiera que viera mi cara de perro furioso en aquel momento echaría a correr despavorido. Yo me acerqué con paso ligero a la `` encantadora ´´ pareja, y cogiendo a Alexandra del brazo la acerqué a mí y la besé, delante de todos mis compañeros y compañeras del aula que empezaron a hacer ruiditos de burla a Henry, que se retiró algo avergonzado y bastante furioso por su clara derrota. Sinceramente a mí en ese momento me importaba un rábano todo lo que no fuéramos Alexandra y yo. Ese fue nuestro primer beso, que ella correspondió a pesar de la situación en la que nos encontrábamos. Al separarnos no pude evitar juntar nuestras frentes, mientras que mirándola a los ojos le decía un te quiero, para que poco después ella me dijera lo mismo. Desde aquel día fuimos una feliz pareja con la intención de no separarnos nunca, pero… todo lo bueno tiene un final. Un mes después de que empezáramos a salir llegué a mi casa después de otro día intenso, deseando poder tumbarme en el sofá, cual fue mi sorpresa al ver sangre en el suelo de la entrada, pero… ¿de quién? Mi madre estaba de viaje en las Vegas y Jerry, mi abuelo por parte materna estaba en su bar, que en esos momentos estaría lleno, como de costumbre. Volviendo a la realidad escuché un disparo seguido de un grito de terror que reconocería en todas partes, era el grito que aparecía en mis peores pesadillas, el grito de Alexandra. Corrí rápidamente hacia el lugar de donde provenía el grito, encontrándome a Alexandra con varias heridas leves junto a un cuerpo ya sin vida de un hombre de unos cuarenta años, que recordaba haber visto junto al padre de Alexandra y del cual sería la sangre de la entrada. Después me fijé en los otros sujetos que estaban de pié, y de los cuales uno la apuntaba con un revolver. Yo guiado por mi instinto me puse delante de ella, protegiéndola con mi propio cuerpo recibiendo de ella una mirada cargada de preocupación junto a otra de odio, cosa que me extrañó hasta que escuché la cruel risa del sujeto que parecía el jefe del grupo de asesinos, que sabía que eran los mismo que mataron a mi padre gracias a su extravagante atuendo negro. — Hola sorte fjer, que alegría verte — dijo con un tono que me llenó de pavor, aunque yo como buen mago no dí indicios de ello sino que mantuve mi cara de poker. — Hemos tenido una gran e informativa charla con tu querida novia…bueno ex novia, después de todo lo que le has ocultado. Mire hacia el cuerpo de la mujer que amaba, sintiendo como si puñales me atravesaran el corazón al verla llorando con claro dolor, el cual se reflejaba en sus hermosos ojos que ahora carecían de brillo. Antes de poder decir alguna palabra sentí un dolor en mi estómago. Era nada menos que una bala del hombre que todavía me observaba con una sonrisa sádica, disfrutando de mi dolor, tanto interno como externo. Caí al suelo inmediatamente después, apretando la herida con mi mano. Justo cuando creí que todo acababa escuché unas sirenas de policía que se acercaban seguramente por la llamada de algún vecino ante el alboroto. Los asesinos seguidamente intentaron huir, cosa que no lograron gracias a la cercanía a la que estaban las patrullas. Todo había acabado para mí, mientras sentía que desfallecía pude sentir unas suaves manos en mi rostro junto con gotas saladas que caían en el mismo con insuente calma, después todo se volvió negro. Desperté un mes y medio después en una habitación de hospital, en el que me explicaron todo lo sucedido después de mi desmayo y seguida entrada en coma. Estuve allí por tres días en los que ella no apareció. Yo dando por hecho todo lo que ocurrió y el odio que ella debía tenerme, me fui del país donde ya nada me quedaba para ir con mi madre a las Vegas. A día de hoy sigo pensando en esa mujer que en mis sueños y pesadillas aparece, haciendo que me levante sudado y con la respiración agitada. La verdad, no se que esperaba, ¿qué todo saliera bien? Yo era un prófugo de la ley y ella la hija del hombre a cargo de atraparme, era lógico que algo así pasara. No vivimos en un mundo de luz y color, vivimos en un mundo donde el dinero importa más que el amor, donde la gente se esconde para hacer el amor y sin embargo practican la violencia a plena luz del día…somos despreciables, solo que hasta ahora no me había dado cuenta…o no quería hacerlo. Unos días después paseando por Las Vegas Strip donde los grandes casinos y hoteles se alzaban mientras que algunos sin techo pedían limosna, vi a lo lejos una silueta conocida, la silueta de la mujer que me robaba el sueño. Se giró y nuestras miradas se encontraron, en sus ojos ya no había odio, solo tristeza junto con… ¿amor? No, imposible. Se me acercó lentamente. Cuando quedaba menos de un metro entre nosotros, sorpresivamente se me abalanzó y me abrazó soltando algunas lagrimas en el proceso. Yo que me había quedado estático en todo momento conseguí reaccionar, y aunque mi mente me decía que me alejara para no hacerme más daño a mi mismo, mi corazón no siguió esa orden y para mi sorpresa la rodeé inconsciente con mis brazos mientras ella se aferraba a mi pecho. — ¿Por qué te fuiste? — preguntó con voz rota mientras yo le secaba las lágrimas que todavía caían por su dulce carita de niña buena. — Supe que después de aquello me odiarías, y eso pudo conmigo — dije mientras me preparaba mentalmente para la pregunta que le diría a continuación y de la cual su respuesta me podría destrozar. — ¿Tú me odias? Separó la cabeza de mi pecho mientras seguía abrazándome y algo ruborizada me dio un suave beso en la mejilla. Ese beso me dejó con ganas de más, así que sujetando sus mejillas acerqué mis labios a los suyos, después de dos largos meses sin probarlos. Al separarnos nos miramos algo sonrojados y dirigiéndonos miradas de amor. — Jerry y tu madre me lo contaron todo hace una semana, justo después de salir del shock, y me dijeron que estabas aquí y sin dudarlo vine para estar contigo. Entiendo tus razones para ser sorte fjer y lo acepto si eso me sirve para quedarme a tu lado. Sonriendo de pura alegría volví a acercarla a mí disfrutando aquel momento y sintiendo como mi corazón bailaba en mí pecho. Todo lo que tocaba por vivir vendría a su tiempo y aunque los obstáculos sean difíciles los superaremos juntos.

Relato de Mª Carmen Bermúdez Reyes (2º Bachillerato A): Debo irme

<< Debo irme, debo irme lo más lejos posible. No puedo soportar la enorme carga de ser heredera a un trono que no me da felicidad, tantos años fingiendo ser alguien que no soy por complaceros, padre, pero es imposible seguir sosteniendo una situación tan difícil. Debo irme ahora que puedo, ahora que soy joven y puedo conocer el mundo, sentir la libertad y dejar de estar bajo una presión mediática que tiene en sus puntos de mira cada paso que doy. No quiero, ni pretendo, que me busquéis pues, si todo ha salido bien, estaré en un lugar que me hace feliz. Ya no soy la niña pequeña a la que seguís protegiendo, sé defenderme sola y necesito conocer el mundo más allá de tus faldas, madre. Agradezco que en estos diecisiete años nunca me hayáis dejado sola, nunca os haya hecho pasar por nada malo, nunca os haya defraudado, pero a estas alturas me he defraudado a mí misma. Os quiero, Alejandra >> * J, ¿sigues ahí? * Si Alejandra, date prisa o los guardias de tus padres nos descubrirán. * Ya voy, solo necesito una cosa más. Trece minutos fue lo que Alejandra, princesa heredera al trono de un pequeño país europeo, tardó en terminar de meter sus cosas en una bolsa de viaje que cupiera en el maletero de la moto del chico con el que llevaba apenas dos semanas. * Joder Alejandra, tardas un poco más y asistimos al día de tu coronación. * No exageres, tenía que poner la carta en un sitio estratégico. * ¿Solo eso?- preguntó J conociendo, aunque solo fuese de dos semanas, a su novia. * Bueno… Y cogiendo un par de cosillas… Una vez terminada la conversación emprendieron el viaje en moto a España, haciendo varias paradas y asegurándose de no dejar huellas en ningún lugar para evitar ser encontrados. * ¿Por qué tienes tantas ganas de ir a España?- preguntó Alejandra un poco intrigada por la insistencia de su novio con dicho país. * Tengo unos negocios que hacer. * ¿Qué negocios? * Alejandra, te enterarás en su debido momento, pero sí te voy a pedir encarecidamente que me ayudes. * Dime de qué se trata * Cariño, hoy hace tres años que nuestra querida Alejandra se fue de casa y sigo tan desesperada como el día que encontramos su carta. Necesito un abrazo suyo, necesito tenerla y la policía no hace nada. ¡Somos los reyes de este país y no mueven un dedo por encontrar a la futura reina! * Cálmate Teresa, llevamos tres años buscándola, no vamos a perder la esperanza ahora. * No sabemos dónde está, no sabemos si seguirá con el maleante aquel. ¿Y si le ha pasado algo? * Volverá. * ¡Corre Alejandra!- gritó J desde la lejanía. A pesar de que todos en la calle se habían quedado atónitos mirando a la extraña pareja que corría por el centro de la ciudad buscando un lugar donde esconderse, Alejandra solo se limitó a no mirar atrás. Al ver que los tres traficantes le pisaban los talones, decidió llamar a la puerta de una casa y esconderse dentro. Para la sorpresa del joven chico que abrió, le plantó un beso estridente en la boca con el fin de disimular que la traficante más joven de aquel clan era ella. Una vez pasado los traficantes, ella separó sus labios del chico y le pidió disculpas. Unas disculpas llenas de ternura, unas disculpas que huelen a romance. * No pasa nada –dijo avergonzado Carlos. * No era mi intención, pero necesitaba escapar. Tras una larga charla, apareció J sudando y enfadado por el abandono de su chica. Él se limitó a darle una mala mirada a Carlos y agarrar a su novia para llevarla directa al motel donde dormían. * ¿Qué te pasa, J?-le gritaba Alejandra. * ¿Qué qué me pasa? ¿No te has parado a pensar que teníamos a tres superiores a punto de agarrarnos por fraude al clan mientras la señorita estaba de charlas con un tío cualquiera en medio de la calle? * ¿Acaso me estas pidiendo que te dé explicaciones?- seguía gritando una Alejandra muy diferente a la pequeña princesita que se escapó de casa. * No, solo te digo que te centres. Los dos decidimos salirnos del tráfico de drogas para actuar por libre tras haberles robado a la única familia que hemos tenido desde que te escapaste. * ¿Desde que yo me escapé? Tú no, ¿verdad? Tú eres el niño bueno que se juntó con malas influencias. * Yo ya trabajaba desde hacía años con ellos, no te atrevas a faltarme el respeto, Alejandra- gruñía J mientras daba incesables vueltas a la habitación. * ¿Alejandra? Solo me llamas así cuando te enfadas o estas nervioso. Sabes toda mi historia, sabes de donde vengo y yo de ti no sé nada. * ¿A qué viene esto?- preguntaba extrañado él * Viene a que estoy cansada de llamar J a mi novio y no saber nada sobre él, estoy cansada de todo esto. * ¿Quieres saber de mí? Pues bien, me llamo Javier y me fui de casa a los quince años porque no podía soportar la vida de ricachón que pretendían darme mis padres. * Pues bien, Javier, no te necesito, solo eres una carga. * ¿Qué? Perdona, ¿acaso crees que tienes la potestad de abandonarme? * Sí, y lo haré. Por tú culpa estamos perdiendo más dinero del que ganamos y he visto que mis padres están desesperados, tal vez vuelva para reunir un poco de pasta- presumía ella. Tras una larga discusión, J, se fue a caminar para despejarse, pero no esperaba que a su regreso no encontraría a Alejandra, solo una mísera nota de despedida. Cuando fue consciente de que lo había dejado, hizo su maleta y se dirigió al aeropuerto gallego para dirigirse a su país de origen donde sabría que la encontraría. Para su desgracia ya le había dado tiempo a llegar, reconciliarse con sus padres y asistir al acto de bienvenida que la prensa y sus padres le habían preparado. Cuando Alejandra giro la cabeza y dirigió la mirada al fondo de la sala, lo vio y no pudo evitar temerle pero fue capaz de apartar la mirada y dirigirse de nuevo a los periodistas que no paraban de preguntarle dónde había estado tanto tiempo. Dos meses tardó Alejandra en cansarse de su vida perfecta, cansarse de la tranquilidad, de unos padres que la sobreprotegían y de una vida que volvía a anularla como persona. Así pues, esa misma noche, y tras llevar un tiempo retomando el contacto con J, volvió a saltar por la misma ventana que tres años atrás había saltado. Había vuelto a aquella moto con aquel chico y a emprender el camino de la libertad. Poco le duró pues un año después se dirigieron a hacer sus negocios en Estados Unidos, donde ella decidió definitivamente ser la persona independiente que siempre deseó y para ello debía confesarle la verdad a J… << Sé que crees que me salvaste, sé que crees que con diecisiete años era una ingenua y que te sorprendió ver cómo me desenvolvía con tanta facilidad. Sé que creíste tenerme, sé que creías que me manejabas porque me tenías a tus pies, pero no. Yo salvé tu vida, yo era la valiente, yo te tenía y te tengo porque tú estabas a mis pies. En ningún momento te he querido, solo eras la excusa para alejarme de mis padres, para alejarme de aquella espantosa vida y para que tuvieran a alguien para culpar de mi desaparición. Solo eras una excusa para ganar dinero y salir del clan solo era un pretexto para acabar contigo. Después de tantas cosas vividas, te tengo aprecio y por eso yo elegí salvar tu vida pero me necesitan en otro lugar y en ese otro lugar tú no eres bienvenido, no me busques, no me sigas, no me esperes y mucho menos hables. Solo pretendo que comprendas que a pesar de todo te quiero de alguna forma, y que entiendas que hoy, debo irme>>

Relato de Daniel Sánchez Oteros (2º ESO A)

Hoy os voy a contar una historia que para siempre cambiaría mi vida. Desperté viendo que era un nuevo día, mi madre me llamaba para el desayuno. Antes de bajar me peino y me preparo para ir al instituto. Empecé a elegir que ponerme. Me puse una camiseta verde con un dibujo de un búho, era mi preferida conjuntado con un bonito pantalón vaquero. Después de vestirme, fui al baño para peinarme. Me peinaba como Rubén Castro, mi jugador favorito del Real Betis Bajé a desayunar, allí empecé a tener una charla con mi madre: -Antonio, me ha llamado tu profesora diciéndome que no estudias ni atiendes en clases y que estás todo el día haciendo tonterías. Dijo la madre de Antonio. -Mamá estoy harto del instituto, ¡déjame en paz! Contestó Antonio. -¿Ah sí? Ya te arrepentirás. Replicó la madre. Yo era el típico niño pasota de la vida. Me llamo Antonio y tengo 14 años. Soy alto y delgado. Mi pelo es castaño y no muy largo. Ojos marrones y medianos. Una nariz respingona y grande con una cicatriz. Tenía unos labios finos acompañados de unos dientes blancos que me recordaban a la barriga de un pingüino . Yo soy alto y delgado. Además tenía una cierta habilidad para escalar. A pesar de que no me gustaba el instituto era muy espabilado y deportista, con un corazón agradable. Yo no tenía amigos ya que siempre a lo que me dedicaba era el mundo de los videojuegos. En una semana sacarían el RVM (Real Virtual Machine), una consola de realidad virtual. Tuve el gusto de probarla en una de sus conferencias, quedé impresionado. El tiempo pasaba muy lento y cada vez tenía más ganas de tenerlo. Al fin pasó la semana y en el momento que llegué estaba repleto de gente, muy impaciente esperé la cola hasta que llegó mi turno, tuve suerte era el último RVM. Corrí como un loco a mi casa para probarlo, pero encontré un obstáculo, mi madre… -Antonio, hoy no jugarás a esa nueva maquinita hasta que no hagas tus deberes. En un momento me la arrebató y no tuve más remedio que obedecer. Tardé 2 horas en hacerlo, aunque sea vago soy muy listo. Mi madre se quedó muy contenta conmigo y me dio la RVM. La enchufé con mucha prisa. Todo montado solo faltaba encenderla. Una vez encendida debías ejecutar un comando de voz. -¡Iniciar juego! Todo empezó a funcionar y en un momento estaba en el juego. Se sentía muy bien, era la vida real pero en un juego. Ya sabía jugar por lo cual empecé con ventaja que otros jugadores. En el inicio debías de ser rápido si no te quedabas sin los recursos más básicos. Fui al bosque a por madera que era muy importante para empezar a crear objetos básicos. Ocurrió un error en el juego, salió un administrador diciéndonos que jamás podríamos desconectarnos hasta que nos pasáramos el juego, que se pasaba matándole, pero si moríamos en el juego, moriríamos en la vida real. Todos intentamos desconectarnos pero no iba a broma, era real, no podíamos desconectarnos. Se empezaron a oír gritos de todos, nos asustamos, muchos se suicidaron, otros intentaron matar al administrador pero él los mató antes. Todo parecía un caos, tuve que aceptarlo, muchos hacían equipos para sobrevivir mejor, yo no hice, de esa manera conseguiría mejores objetos para mí. Me pude crear una espada de hierro, que tenía un bajo ataque, pero algo es algo. Entré en una mazmorra de bajo nivel, parecía estar sin jugadores en ella, eso me alegró porque así podría obtener la espada negra, un arma muy poderosa. Tuve que abrirme paso matando esbirros para llegar al jefe final. En un rato lo encontré. Tenía una apariencia terrorífica, enorme, gordo con más de 20 ojos seguro. Unos dientes afiladísimos y unos cuernos de 3 metros. 4 brazos, 2 en cada lado y tenía la espada negra. Corrió a por mí a embestirme, rápidamente empuñé mi espada para pelear contra él. Salté por encima suya y le clavé la espada en su espalda, ni si quiera se inmutó, debía tener un punto débil, pero donde. Pensando, la estrategia me embistió, fue brutal, tan brutal que me levantó hasta el techo, quedé inconsciente, lo último que recuerdo ver es como abría su terrorífica boca para engullirme. Cuando desperté vi a alguien despertándome, me dio la espada negra, miré al monstruo, estaba muerto. No me lo creía, a saber que fuerza debía tener este personaje. Empecé a conversar con él. -Hola, gracias por salvarme, ¿cómo te llamas? -Me llamo Fran, ¿y tú? -Yo soy Antonio. -¿Qué hacías enfrentándote a un monstruo como este con una espada de hierro? ¿No sabes que son muy débiles? Dijo Fran. .Lo sé, pero no tenía otra cosa y quería su espada. Contesté. -Está bien, ¿no vas acompañado? Preguntó Fran. -Voy solo, soy un jugador solitario. Respondí. -¿Quieres unirte a nuestro clan? No somos muchos pero queremos intentar pasar el mejor rato posible en este juego maldito. -No gracias, ya te dije que soy un jugador solitario. Rechacé su petición. -Una pena, Antonio. En fin nosotros estaremos en Grove Wallace por si te interesa unirte. -Allí iré en caso de que quiera. -Está bien, adiós Antonio, que pases un buen día. Se despidió. -Adiós Fran. Se despidió también. Una gran experiencia sin duda, en fin ya tengo una de las mejores espadas del juego, aunque el llevaba la master of the blood, una legendaria. No me extraña tan poderosa habilidad. Pasaron 6 meses, y estaba totalmente preparado para derrotarlo, aunque necesitaría ayuda. Acudí a Grove Wallace, allí vi a Fran con su clan. -¡FRAAAAAN! Grité. -¡ANTONIO! Que de tiempo, ¿has venido a unirte a nuestro clan? Preguntó. -No, es una propuesta. Vayamos a derrotar al administrador. Contesté. -Je, en estos 6 meses se te ve más armado, me gusta tu atrevimiento, te presento a mi clan: Rosa es la que tiene el pelo rosa, Julio el que tiene pelo verde, Mara es la que lleva un casco de oro y Adán es el que lleva la legendaria espada Samehada. -Un saludo conoceros chicos. Saludé. -Igualmente Antonio. Contestaron todos. -Bien chicos he filtrado información sobre el administrador posee una gran cantidad de vida, una muy buena armadura y la legendaria espada Excalibur, hay que tener mucho cuidado con sus ataques ya que son devastadores. Ahora nos organizaremos, somos 6 en total. 3 estarán atacando, 2 recibiendo los golpes con sus escudos y 1 usando hechizos de sanación. Yo atacaré junto a Adán y Fran. Julián y Rosa serán los que reciban los golpes con su escudo y Mara nos sanará. Ahora que estamos bien distribuidos acabemos con esto. -Atención chicos nos acercamos a su sala. Avisé. -Os he visto, salir de vuestro escondite grupo de valientes. Me llamo Rodolfo, aunque ustedes me conoceréis por administrador. ¿Venís a derrotarme y acabar con este juego? Preguntó Rodolfo. -¡SÍ! Gritaron todos. -Pues adelante, *ríe frenéticamente* *Se situaron en sus posiciones* Yo, Adán y Fran fuimos a atacar mientras Rosa y Julián nos escoltaban. Mara permanecía al final para usar sus conjuros de sanación. Rodolfo atacó con su Excalibur a Adán, Julián paró su golpe con su escudo. Fran, yo y Adán atacamos los 3 a la vez, esquivó el ataque y nos dio una patada tan fuerte que rompimos las pared. Gracias a las armaduras no recibimos mucho daño, Mara nos sanó. Volvimos a atacar pero con más maña. Cuando Rodolfo esquiva el ataque, Rosa le empuja con el escudo para que le atravesemos. Dio efecto, pero su armadura lo protegió bastante. Tuve una idea, corrí a esconderme detrás de un pilar, seguidamente lo escalé, mientras tanto los demás estaban luchando para que no se diera cuenta. Con las manos empecé a agarrarme a tablas del techo con mucho cuidado. Estaba listo, me dejé caer a una gran velocidad. -Eh Rodolfo, ¡GAME OVER!. En un momento le corté la cabeza, todos quedamos liberados. Una vez llegue a la vida real prometí que debería estudiar más para que mi madre estuviera orgullosa de mí.

Relato de Francisco Javier Sarabia García (1º ESO B): El códice

Año 1.235, Córdoba, Al-Ándalus. -¡No puede ser! ¡Esto es inaudito! - No pudimos hacer nada más señor. - ¡Pues deberíais haberos esforzado más! No estamos para tonterías en estos momentos. Los reinos cristianos de Portugal, Castilla, Aragón y León están avanzando vertiginosamente hacia Granada. No podemos permitir que una ciudad tan importante como Córdoba sea conquistada. Sería un golpe muy duro para el reino. - Señor, de verdad que no pudimos hacer nada más. - Ya le dije, mi señor, que esos soldados no eran muy de fiar. -¡Cómo han podido cantar tan rápido! - Señor, ¿y no bastaría con proteger mejor las murallas ? - A usted, Mohamed le tengo que alagar por el gran trabajo que ha realizado escuchando en un lugar tan peligroso la conversación entre esos cristianos. Pero ahora... ¡Le tengo que echar una buena bronca! ¿Cómo no puede saber aún que todo el ejército se está centrando en Granada y en otras ciudades de más al norte? Tardarían meses en llegar hasta Córdoba para protegerla. Por ahora podéis retiraos. - Gracias señor. - Gracias señor. - Padre. - Pero hijo, ¿no te he dicho ya mil y una veces que no me interrumpas cuándo estoy hablando con otras personas? - Pero si ya has acabado padre. - Es verdad hijo, pero has llegado antes de que los señores saliesen por la puerta. No hagas eso nunca más, por favor, hijo. - Como usted diga, padre. - ¿ A qué venías hijo? - Pues padre, he escuchado vuestra conversación con esos señores, y me he preguntado que si son tan malvados esos cristianos. - Hijo mío, me encantan tus preguntas. Pues en realidad, los cristianos no son personas malas. Son como nosotros. Lo que ocurre es que quieren volver a tener en su poder el territorio que alguna vez fue suyo. - Hoy en la escuela, padre, el profesor nos ha contado varias historias sobre los cristianos. Y resulta que ambas religiones, la musulmana y la cristiana creen en el mismo dios, Diós y Alá son los mismos. ¿Es eso cierto padre? -Sí, hijo, es cierto. ¿Y por qué me cuentas esta historia? - Pues quería saber si tu sabrías alguna, ya que eres tan sabio. - Sí, muy bien, hijo. Una vez un cristiano, amigo mío, y que decir cristiano, era el rey del reino de León por aquellos tiempos, me contó una historia sobre un caballero procedente de Germania. - Pero padre, ¿cómo es que un rey cristiano fue amigo tuyo? - Por aquellos tiempos hijo, yo no era aún rey, era príncipe, y como los cristianos y musulmanes se llevaban tan bien por aquella época, mi padre invitó al rey de León a nuestro palacio durante unos días. Entonces uno de esos días le pregunté sobre cómo era la vida en todos los reinos cristianos. Él, que se hospedó en palacio durante tres días, me contó dos historias por cada uno de los dos últimos días. ¿Quieres que te la cuente? - Sí, por favor padre. - Pues, un 22 de noviembre de hace 15 años... Un magnífico caballero conocido en todo el norte de Europa, cabalgaba en su caballo, moribundo tras una cruenta batalla por unas llanuras desoladas. Cuando ya pensaba que iba morir escuchó unas campanadas con tono lúgubre que parecían proceder de un lugar no muy lejano. El caballero, cobró fuerzas de donde no las tenía, y gracias a su agudo oído consiguió llegar a un pequeño monasterio. Llamó a la gruesa puerta de madera del edificio. Inmediatamente, un monje cubierto con una capucha que le hacía sombra en toda la cara lo cogió y con ayuda de dos monjes más lo introdujeron dentro. El caballero observó que uno de los monjes le ordenó a otro que lo soltara e inmediatamente fuese a guardar algo. El caballero no se enteró muy bien de lo que le dijo, pero antes de cerrar los ojos vio que ese hombre se llevaba un grueso libro. Cuando los ojos del hombre se volvieron a abrir estaba en una habitación con techo encalado. Estaba solo, esperó un tiempo tendido hasta que un hombre entró en la habitación. Este, sorprendido por la rápida recuperación del caballero mandó traer una jarra llena de agua y un plato lleno de fruta. Inmediatamente, un monaguillo de corta edad trajo lo requerido por el monje y este le dijo que ya se podía marchar a su pueblo. El anciano señor dejó al caballero solo de nuevo en la habitación, pero este no pensaba quedarse como un débil todo el día tumbado en la cama, por lo que tras comer, se incorporó, se puso su armadura ( que hasta este entonces descansaba sobre un viejo baúl de madera )y se dirigió hasta la puerta dispuesto a abrirla, pero, escuchó una conversación que le interesó mucho: -No podemos dejar que ese caballero descubra El Libro. -Sí, su codicia le poseerá. Los caballeros no son de fiar en cuanto al trabajo de guardar Los Libros de Cristo. -Seguro que nada más leerlo correría a buscar la Vera Cruz, el Santo Grial o su mismísimo Sepulcro. Inmediatamente, tras escuchar esto, el caballero salió y, los monjes, sin saber qué hacer, se quedaron paralizados, al adivinar, gracias a su gran sabiduría, que el caballero lo había escuchado todo. Pero uno de ellos cogió el libro y salió corriendo. El caballero lo persiguió por todo el monasterio, pero el monje, se montó en el único caballo que había fuera del edificio y salió galopando hacia el horizonte. El caballero lo siguió durante minutos, pero ya, resignado y sin aliento se puso de rodillas y cayó al suelo, ya que no estaba recuperado del todo. Los otros monjes corrieron en su busca, pero cuando ya llegaron, el caballero había muerto... -Ha sido muy emocionante, padre. Gracias por contarme esta maravillosa historia. - De nada, hijo. Ahora, sigue con tus obligaciones, que tu padre tiene cosas que hacer. - Como usted mande, padre. FIN

Relato de Alejandro Alcántara Laguna (4º ESO B): Locura

- ¿Estás seguro de que quieres esto? –Dijo Walt con voz firme - Sí. La decisión estaba tomada. Walt echó en el carrito de la compra las patatas con sabor a queso en lugar de las pipas. - En serio, Ned, la próxima vez decide antes que te vas a comprar, si no, no vuelvo a hacer la compra contigo. - Siempre lo pienso, pero es que luego me entra la duda. - No sé en qué momento pensé que vivir con mi hermano sería buena idea. - ¡Cállate! ¡Te recuerdo que yo soy el mayor! - ¡Por dos minutos, no te pases de listo! Tal vez esto os parezca una tonta discusión entre hermanos, así que será mejor que os cuente lo que pasó hace 3 horas… - Oye Ned, ¿me pasas la sal? - Claro, Walt. - El filete está un poco quemado. –Comentó Eren - ¡Joder Eren, como demonios has entrado en nuestra casa! –Exclamó Ned sorprendido. - Pues por la chimenea, como todo el mundo. - ¡La gente normal no entra por las chimeneas! - Bueno bueno… pero tampoco es para ponerse así… -Dijo en un tono leve- ¡Pero escuchad, tengo un plan con el que nos haremos ricos, pero solo tenemos 3 horas para ello! - No voy a volver a prostituirme con ancianas, tengo un muy mal recuerdo de ello - No no, nada de ancianas ni de híbridos entre cebras y almohadas (cebrohadas), esta vez solo necesitáis a Hodor, vuestro gato - ¿Hodor? Es solo un gato, no conseguiremos nada con él. Que haya sido presidente en Nepal durante 8 años no quiere decir que sea especial. –Dijo Walt algo confuso. - Mirad, os explico. Durante un buen rato, Eren les explicó a los hermanos Frey (Sí, su apellido era Frey) como iban a conseguir todo el dinero, lo cual les quiero 15 minutos de las 3 horas que tenían. - ¿Lo habéis entendido? - Más o menos. Pero entonces… ¿Por qué Hodor tiene que aprender a ladrar? - Porque me hace gracia. - Bueno, vamos a ello chicos. –Dijo Walt entusiasmado- Y recordad: Uno para todos, y todos para mí. - Creo que no era así. –Replicó Ned. - Cállate. Entonces, Walt, Ned y Eren se dispusieron a ir a por el dueño de la fábrica nacional de papel higiénico. Su plan era apropiarse de esta para así vender el papel higiénico a un precio muy elevado (ya que es un bien indispensable) y hacerse multimillonario. - Bien, llegamos hasta su casa, ahora solo falta evitar el sistema de seguridad. - Pero si solo es un viejo con una porra, y hasta está durmiendo. - Creo que está muerto. - Anda mira, trabajo que nos ahorramos - Hasta tienen la puerta abierta - Vale, me parece que ha llegado el momento. –Dijo Walt seguro de sí mismo- Es tu turno Hodor, infíltrate. - Miau. –Maulló Hodor. Hodor entró dentro de la casa. Sabía lo que tenía que hacer, la misión dependía de ello. Estaba seguro, no iba a fallar. En ese momento se acordó de su gato-padre y de su infancia, lo haría por él, por su gato-padre. Entonces lo hizo, explotó. Hodor murió, y con él, el dueño de la fábrica. Lo habían conseguido. Ahora solo debían hacer una cosa, robar los papeles de la fábrica para proclamarse los dueños. - Primer parte del plan completada, y aún quedan 30 minutos. Ahora solo queda robar los papeles. - Perfecto. –Dijo Ned- Y, ¿Dónde están? - Pues en la casa del dueño. - ¿La que acaba de explotar y de la que no queda nada? - Exacto, esa. –Dijo Eren alegre - … - … - …Creo que mi plan tiene algunos fallos… - Eren. –Dijo Walt seriamente- Te voy a partir las piernas - Tranquilos, tranquilos, tengo un plan B. Solo necesitamos a Hodor - ¡Ha volado en pedazos, imbécil! –Gritó Walt muy enfadado. - Entonces nos moriremos de hambre. Durante 5 meses, Walt, Eren y Ned estuvieron sin poder comer, sufriendo de hambre, y viviendo en una tienda de armarios, hasta que un día… - ¡Mira Walt, he salido del armario! - Ned, llevas haciendo la misma broma 5 meses. - ¡Chicos! ¡Mirad, he encontrado unas monedas! ¡Al fin comeremos algo! –Gritó Eren de emoción En ese instante, Eren recupera las ganas de vivir, antes de que se diera cuenta, Walt ya le ha tirado un armario encima. - Menos mal, no lo aguantaba más. Venga Ned, vamos a comprar algo Ambos fueron juntos hasta el supermercado a poder comer algo, pero ocurrió algo que cambiaría su destino para siempre… - Hm… Walt, no me decido, ¿me compro patatas con sabor a queso o pipas? FIN Alejandro Alcántara Laguna. 4ºB

Relato de Rocío Gómez Guardado (1º Bachillerato C): La casa de hiedra

Estaba nublado en aquella parte de la región. Se podía respirar el olor de la hierba recién mojada por la lluvia. A lo lejos, pastaban las vacas de una granja que no podía verse desde ese lado de la colina. El viento soplaba tranquilo sobre los verdes prados irlandeses, y el hecho de que no hubiera ni una sola casa, ni un solo coche, ni el más lejano de los ruidos procedentes de la ciudad... inundaba de paz aquel hermoso paisaje. Lo único allí creado por las manos del hombre era el sendero de tierra que se retorcía pasando sutilmente entre las elevadas colinas. Por aquél precisamente iban caminando dos personas, las únicas en varios kilómetros a la redonda. -Abuelo, llevamos horas caminando... Estoy agotado... -Ya falta poco para llegar, Tomy, ya falta poco. Coge un poco de agua de mi mochila si quieres. -¡¿Más agua?! ¡Nos ha llovido en mitad del camino! ¡Estoy como una sopa! -¿No te está gustando el paseo? -¡¿Paseo?! ¡Esto no es un paseo! Creí que las vacaciones en Westmeath serían más entretenidas y relajantes. Tendría que haberme quedado en casa de Tía Anne... -Comprendo que tal vez hubieras preferido hacer algo más apropiado para tu edad, mejor que pasear con un viejo como yo. ¡Ja, ja, ja, ja...! Pero, verás, desde que eras muy pequeño, he estado deseando traer a mi nieto a este lugar... para que vea una cosa. -¿Qué cosa? Aquí no hay más que hierba, piedras y nubes. -Lo verás en cuanto lleguemos a lo alto de esa colina. Tomy y su abuelo salieron del sendero para subir a una colina con algo de pendiente. Al chico, que no estaba muy hecho al ejercicio físico, le costó bastante llegar a la cima, donde se hallaba ya su abuelo con una sorprendente y repentina energía. Cuando al fin lo alcanzó, Tomy vio que el anciano miraba hacia abajo emocionado. Dirigió sus ojos en esa dirección y descubrió una casa abandonada al pie de la colina. Era realmente antigua y no tenía tejado. Sus muros, de grandes piedras, estaban derruidos y eran pocos los que pasaban los tres metros de altura. Se podía sospechar que, en su tiempo, había tenido dos plantas y grandes ventanas, pero de ello poco quedaba, sólo unos cuantos pilares llenos de musgo. Sin embargo, lo que más le llamó la atención al pequeño Tomy fue que cada piedra que formaba las paredes estaba llena de hiedra. Enormes ramas de hiedra frondosa recubrían la casa como si de un manto se tratara. En los días nublados, como aquél, podía llegar a fundirse con el paisaje de hierba de forma que era difícil vislumbrarla de lejos. Al principio, Tomy se quedó sorprendido, mas sus primeras palabras fueron: -Qué cosa más fea. Su abuelo apartó la vista de la casa y posó sus ojos azules sobre los de su nieto. -Sí, muy fea -susurró sonriendo y pasando el brazo sobre los hombros del chico- Pero eso lo dices tú porque no sabes algo que yo sí sé... -¿Qué? -La casa te parece fea porque desconoces la historia que encierra en sus muros. Tomy dirigió una mirada desconfiada a la construcción e hizo un gesto interrogante a su abuelo. -Pero tú no quieres oírla, quieres volver a casa de Tía Anne, así que vamos... -¡No, abuelo! Cuéntame la historia, por favor... El anciano sonrió para sus adentros, dejó la mochila en el suelo y comenzó a relatar: >>Hace algunos siglos, por ese mismo camino por el que hemos ido, venía caminando una pareja de campesinos pobres, que estaban mucho más cansados que tú, porque ellos llevaban andando más de una semana. Nadie en la región sabría decir de dónde venían ni adónde se dirigían. Sin embargo, ellos lo tenían muy claro: buscaban un lugar para vivir y, lo más importante, para que la mujer pudiese dar a luz al hijo que llevaba en su vientre. De repente, tras haber perdido todas las esperanzas de poder dormir bajo techo al menos aquella noche, decidieron salir del camino y subir a esta misma colina donde estamos. Fue entonces cuando vieron esa casa, que, en esa época, era un cottage precioso, con la fachada oscura y las ventanas blancas llenas de flores. Por supuesto, no había nada de hiedra. Tenía una bonita puerta blanca y un tejado resistente y estaba toda rodeada por una valla oscura, de la que no queda nada ya. Los campesinos se alegraron mucho y llamaron a la puerta para pedir cobijo. Sin embargo, la puerta estaba abierta. La casa estaba abandonada, algo inesperado a juzgar por su buen aspecto. En su interior había algunos muebles viejos, nada más. Pero, de pronto, pasó algo extraordinario... En cuanto la mujer penetró en la casa, sintió que había llegado la hora, a pesar de que el bebé se estaba adelantando más de un mes. Fue como si la casa deseara que el pequeño naciera en su interior, lo antes posible. Unas horas después, la joven sostenía en sus brazos una niña preciosa y sana a la que llamaron Rose, pues tenía el pelo rojo como las rosas y los ojos verdes como la hiedra. Rose creció feliz en su adorada casa. Sus padres la decoraron y la prepararon para vivir allí muy contentos con su nueva familia. Cuando creció, Rose ayudó a su padre en la construcción de un hermoso y fértil huerto junto a la casa. Los muros del hogar de Rose se llenaban día tras día de maravillosos y tiernos recuerdos. Sin embargo, la felicidad duró poco, pues, seis años después, la madre de Rose dio a luz otra niña rubia de ojos azules a la que llamaron Emily... pero la mujer murió. El padre de las niñas estaba tan triste que decidió abandonar la casa porque todo en ella le recordaba a su joven y difunta esposa. A pesar de la tristeza que invadía también el cuerpecito de Rose, la pequeña adoraba tanto su hogar que logró convencer a su padre para que se quedaran. El tiempo pasó veloz, y las dos hermanas crecían felices en su casa en compañía de su padre. Un día, cuando Rose tenía 15 años y Emily nueve, la pequeña llegó corriendo al huerto donde estaba trabajando su hermana, con un gran libro en la mano. -¡Mira lo que he encontrado, Rose! -exclamó- ¡Es un libro mágico, estaba escondido en el hueco de un árbol! ¡Habla sobre criaturas mágicas! ¡¿No es increíble?! Rose sonrió dulcemente, mas, claro está, no creyó ni una palabra. Pero, desafortunadamente, una vez más las desgracias se colaron dentro de la casa y acabaron con la felicidad de la familia. Poco después del suceso con el libro, Emily estaba trabajando en el huerto con su padre cuando, de pronto, cayó. Estaba muy enferma y tenía fiebre muy alta e imposible de bajar. Rose estaba aterrada. Quería mucho a su hermana y temía que le quedara poco tiempo de vida. En ese momento, recordó el libro de Emily y, desesperada, decidió echarle un vistazo. Cuando fue a cogerlo de un estante, el libro cayó sonoramente al suelo y se abrió misteriosamente por una página que hablaba del Hada de los Deseos. Rose no se lo pensó dos veces. Sin despedirse siquiera, miró por última vez a su hermanita, que estaba tumbada en un diván, y se marchó. Mientras se alejaba, miraba de vez en cuando su casa, cada vez más pequeña entre las colinas, y se prometía a sí misma que volvería y que lograría curar a Emily. Rose caminó días enteros sin parar. En el libro decía que el Hada vivía en una cueva a la que sólo se podía llegar si se deseaba de verdad. Por ello, la niña andaba sin rumbo fijo y, simplemente, avanzaba hacia donde su corazón la llevaba. Cuando ya había perdido tanto la esperanza como la cuenta de los días que llevaba fuera, se detuvo. Tenía mucha hambre y le dolía todo el cuerpo. Incluso había olvidado casi el motivo de su viaje. Se sentó en la hierba y comenzó a delirar. Delante de sus ojos pasaban imágenes de su infancia: su padre, su madre, el huerto, Emily... De pronto vio su casa. Sus ojos se iban posando de una habitación a otra. Rose sonrió. Entonces divisó a Emily, jugando en la cocina. La pequeña la miraba con sus ojos azules. -Rose... -oyó a lo lejos en su mente- Rose, ven... La joven se puso en pie y caminó hacia delante, pero no lograba alcanzar a su hermanita. En ese momento tropezó y se dio un fuerte golpe. Rose sacudió la cabeza y miró a su alrededor. Ya no estaba en la cocina de su casa y Emily también se había esfumado. Sólo vio colinas a su alrededor y un cielo gris que lo oscurecía todo. Ya no notaba el aroma de su casa, sólo el viento que traía olor a tierra mojada. Entonces recordó todo. Se puso en pie y se dijo: -¿Qué estoy haciendo? Tengo que encontrar al Hada de los Deseos para que salve a Emily. ¡Tengo que conseguirlo! De repente oyó algo. Se volvió, siguió el sonido que estaba percibiendo y se topó con una cueva al otro lado de la colina. -¡Oh, qué cerca estaba! ¡Y no me había dado cuenta! -exclamó recuperando las esperanzas. El sonido que oía procedía del interior y sonaba como un canto suave y triste. Rose entró en la cueva y oyó una voz que salía de todas partes, pero no venía de ningún lugar. -Joven de corazón valiente... -cantó la voz- a pedirme algo has venido... dejando lejos tu hogar... -¿Hada de los Deseos? -llamó Rose, nerviosa- ¿Dónde estás? No te veo. -A mí no se me ve... -susurró la voz- Se me siente... -Yo siento que estás cerca -contestó la niña confusa- Pero no sé adónde mirar. -Mira a tu corazón... y pide... Se hizo un silencio. Rose pensó que el Hada se había ido, pero entonces oyó de nuevo: -Pide... -¡Mi hermana Emily está enferma! -gritó con un nudo en la garganta- ¡Deseo que se cure! -Se curará... -vaticinó el Hada tras una pausa- Pero un precio has de pagar... -Traigo algo de dinero, pero no sé si será suficient... -¡¿Dinero...?! -exclamó el Hada ofendida- Tú tienes algo más valioso... Tienes recuerdos... Los recuerdos están en tu hogar... Tu casa cobró vida en el momento en que tu madre entró en ella contigo en su interior... Tus recuerdos están en tu hogar... Emily se curará si me das tu casa... Todos los que estén dentro deben salir para que me pertenezca... Diles que se vayan y Emily se curará... -¡Mi casa está muy lejos! -sollozó Rose- ¡Cuando llegue, mi hermana ya habrá muerto...! De repente, la chica calló. Había tenido una idea. Mientras tanto, el padre de Emily estaba cuidando a su hijita, que se hallaba agonizando. Sabía que había perdido a una hija y estaba a punto de perder a la otra. De repente, una enorme rama de hiedra entró por la ventana de la cocina rompiendo el cristal. Otro brazo de hiedra destrozó el tejado y una rama gigantesca atravesó la puerta trasera. El hombre cogió a Emily y corrió al exterior, asustado. En pocos minutos, la casa entera había sido sepultada por un manto de hiedra verde. En ese momento, Emily abrió los ojos y miró a su padre sonriente, totalmente curada. El hombre no sabía de qué sorprenderse más, si de la repentina sanación de su niña o si del ataque de hiedra a su hogar. De pronto, todo su asombro se convirtió en orgullo y a la vez tristeza cuando vio que, en medio de la hiedra, había crecido una hermosa rosa roja que parecía sonreírles. Emily y su padre lo comprendieron todo. Miraron la casa por última vez y se alejaron, en dirección al pueblo más cercano, para buscar un nuevo hogar. Pero, ¿qué había pasado...? Rose, cuando vio que no podría avisar a tiempo a su familia para que dejase la casa, le pidió al Hada que la convirtiera en hiedra que creciera sobre su casa y obligase a su padre y a Emily a salir. Rose transformó su cuerpo en hiedra por su hermana, pero su alma se materializó en rosas, que crecen misteriosamente sobre la hiedra cada primavera. Ahora no hay rosas porque es verano. Rose cumplió su promesa: salvó a Emily y volvió a su hogar, pero volvió para quedarse... para toda la eternidad... >> -¡Oh, abuelo, qué triste! -exclamó Tomy con lágrimas en los ojos. -¿Te sigue pareciendo fea la casa? -¡Claro que no! ¡Es preciosa! Y qué cuento tan bonito... porque es sólo un cuento, ¿no? -Nunca se sabe -contestó el anciano encogiéndose de hombros, con una sonrisa imperceptible. -Oye, los rosales que tiene Tía Anne en su casa del pueblo, ¿no los plantó una antepasada suya que se llamaba Emily? ¡Qué casualidad, ¿no?! -Sí, qué casualidad...