OBJETIVOS DEL CLUB DE LECTURA

Los objetivos que pretendemos alcanzar son los siguientes:
. Establecer un diálogo en torno a los libros.
. Incentivar al hábito lector, y mantenerlo vivo entre nuestros alumnos, profesorado y familias.
. Promover la visión crítica de la lectura desde el respeto y la adquisición de nuevos aprendizajes.
. Valorar la lectura como forma de enriquecimiento personal.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Mª Carmen Bermúdez, alumna de 1º Bachillerato B, quiere compartir con todos este relato que ella misma ha escrito. ¡Gracias por tu aportación!


 Fue una mañana de enero cuando la vi por primera vez. Estaba tan guapa como siempre, deslumbrante, con una falta muy corta, una camiseta de tirantes, unos tacones con los que podía sujetar el cielo y una sonrisa que enamoraba. 
Yo no la conocía de nada, pero nadie había tenido nunca tantas ganas de conocer a alguien como yo las tenía por ella. 
Tras tres meses observándola, me planteé presentarme, ponerme frente a ella y contarle todo lo que me había hecho sentir y las ganas que tenía de conocerla, pero no me hizo falta. Una tarde, saliendo con un par de amigos, me enteré de que uno de ellos la conocía y quería presentármela.  
Fue horrible el momento de la presentación: 
  • Chicos, os presento a Ana, mi novia. 
Me quedé perplejo ante aquello. Sin dar crédito a lo que oía, les di la enhorabuena. 
Yo quería que esa chica fuese mía y solo podía contemplarla desde la lejanía. 
Hasta que un día todo empeoró… 
Comenzamos a hablar y nos hicimos muy amigos, y cuando más hablábamos más enamorado estaba de ella me sentía. Nos contábamos todo, ella era mi confidente, al igual que yo el suyo. Solo había un problema, que tenía que ocultar lo que sentía por ella y esquivar siempre esa bala que me lanzaba al preguntar quién era la dueña de mi vida. 
Para variar, intentaba cambiar de tema y hacer como el que no había escuchado cómo me preguntaba:  
  • ¿Quién es tu media naranja? 
Pero ella era tan cabezona que no podía evitar mirarla y sonreírle mientras le decía que yo no tenía media naranja, que yo era un limón salvaje. 

Un día, en el que salí con ella a comprar ropa para una boda, me dijo: 
  • Por cierto, limón salvaje, creo que tengo el candidato perfecto para que sea tu media naranja. 
  • ¿Qué? –Le respondí- ¿Cómo candidato? 
  • Sí, un chico que está interesado en conocerte. 
  • Pero… Pero yo no… Yo no soy homosexual. 
  • No hace falta que te ocultes delante de mí. 
  • Yo no me oculto, es la verdad, soy tan heterosexual como tú. 
  • Entonces… ¿Por qué nunca quieres decirme quien es ella? 
  • Porque la dueña de mi vida está con el dueño de la suya, y no es muy agradable recordarlo. 
Se quedó plasmada ante tal respuesta. Pero la cosa no quedó ahí, ella quería saber quién era para poder ayudarme. Tras una larga pausa después de preguntarme, tuve el valor suficiente para contarle que era ella, que la observaba desde la lejanía desde mucho antes de conocerla. 
Ella no se esperaba eso y se sintió un poco incómoda, pero al fin respondió: 
  • Bueno, ¿qué te parece este vestido? –Me dijo mientras se miraba al espejo con uno de los modelos que se estaba probando para la boda. 
  • Ha preferido no hablar del tema- pensé- lo cual está bien, pero necesito una respuesta, algo. 

Nos marchamos del centro comercial, con tres grandes bolsas llenas de ropa. En el coche nadie dijo ni una sola palabra, era un silencio tan incómodo… 
Me dejó a la puerta de mi casa y con un simple “Adiós” me despidió. 

La tarde del día siguiente se presentó muy dura; en el bar donde solíamos quedar no estaba ella. Mi amigo me dijo que se encontraba mal y que había preferido quedarse en la cama. 
Al parecer, no le había contado nada de lo ocurrido el día anterior. Eso me hizo estremecerme y a la vez sentirme en calma. Pero por la noche no podía descansar pensando en ella, hacía semanas que no la veía y un día, por fin, coincidimos en una vieja cafetería. 
  • Hola, Ana- Saludé mientras me acercaba a su mesa. 
  • Hola… - Contestó ella, con la mirada perdida en su vaso de café medio vacío. 
  • ¿Qué tal estas? 
  • Bien, supongo. ¿Y tú? 
  • Bien también – Mentí- ¿Qué te ha pasado estas últimas semanas que no has ido al bar? 
  • Una gripe- Mintió. 
Estaba inquieto, necesitaba una repuesta, y sin pensármelo dos veces retiré la silla y me senté. 
  • Ana, necesito que me digas algo respecto a lo nuestro. Estoy en un sin vivir desde aquel día, no puedo mirar a mi amigo a la cara, dime algo. 
  • No te preocupes, a él no le voy a contar nada. Sabía que este día llegaría y, por más que he querido evitarlo, no he podido. Verás, yo estoy enamorada de mi novio, yo… Es que no sé qué contestarte, pero creo que será mejor que nos dejemos de ver. 
Antes de que pudiera contestarle, ya se había levantado y se había ido. 
No volví a verla. 

Meses después me la encontré con mi amigo caminando por el Retiro. Él no me vio, pero ella sí y desvió la mirada fingiendo que no me había visto. 
Y hoy, 4 años después de todo aquello, sigo observándola desde la lejanía, día tras día, esperando que alguna vez ella se dé cuenta de que solo su sonrisa puede hacer que este limón salvaje se convierta en una media naranja y sigo enamorado de ella como la primera vez que la vi con una falda muy corta, una camiseta de tirantes y con los tacones con los que podía sujetar el cielo.

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